miércoles, 10 de febrero de 2010

Aire puro, no vengas. Déjame con este sucio hasta no tener cabeza.


Los cigarrillos de las manos sudadas se iban consumiendo poco a poco pitada tras pitada, y el silencio era acompañado por el raspeo de las agujas del reloj, por las fricciones labio contra cigarro de aquellos hombres y mujeres con aspecto desesperante y por los jadeos de algunos intranquilos. En la silla más cerca de la puerta, estaba yo, en esa neblina con olor a tabaco. Me dolía el pecho por contener la respiración y de vez en tanto abría la puerta para que aire puro entre y se mezcle con el sucio, el asesino, ese que me impedía respirar.
¿Por qué no me iba de allí? Tenía la puerta a centímetros. Sólo era pararme, y dar unos dos o tres pasos.
Pero por otro lado quería quedarme. Quería acostumbrarme a la atmósfera, a la nube que provocaban los cigarrillos, a la espera... Quería escuchar a otras personas que tengan el mismo o, aún peor, un problema mayor al mío. Mayor a mi demencia, a mi locura, a mi aislamiento y a mi forma instintiva e impulsiva de ver las cosas. Sí. Tendría que haber personas como yo; no podría ser el único en esa sala.
La señora de cara pálida con un pañuelo muy llamativo en el cuello, fue la primera en aclararse la garganta para dar lugar a su voz. Apagó el cigarrillo con dureza en uno de los cuantos cenizeros ya atestados por pitillos.
-Soy Ruitta Gómez -dijo, levantando la mano derecha para percatar la atención. Su voz, rasposa, encajaba perfectamente con su cuerpo y aspecto: una fumadora compulsiva. - Me parece patetico compartir cosas con gente que no conozco. - ¡Cuanta razón tenía! -pero mi amiga insistió demasiado. Ya no la aguantaba.
Esperó unas fracciones de segundos. Supuse que aquella espera se debía a que produzca risas sobre su comentario. Yo, particularmente, no me reí. Y tampoco oí nada.
-Tengo muchos problemas para relacionarme con la gente. Sea familia, amigos o profesionales. ¿Será por que me descriminaban cuando era gorda a los siete años? -preguntó gritando, mirando a todos los rostros espectantes en frente de ella. -Pues yo creo que sí, estúpidos niños. No tengo confianza, ni amigos, y apenas mis tíos me hablan...
Roitta habló por mucho tiempo y dió a conocer sus otros problemas, varios: hablaba con su perro como si fuera una persona, no soportaba almorzar con su mamá y al final dió a entender que su amiga que le había insistido era ni más ni menos que imaginaria.
-Yo soy Pablo Cortéz -dijo otro de la otra esquina, también apagando el cigarrillo. Habló cuando la voz de la mujer cesó al fin.
Parloteó por mucho tiempo. No sabía hablar muy bien ( ¿A causa de los nervios? ¿ A causa de su falta de educación? No lo podría haber dicho.). Por lo que contó, era super millonario, y lo tendría que haber supuesto por su vestimenta muy elegante . Sobornaba a todos sus profesores de la universidad para que apruebe. ¿De qué le serviría en el futuro? pensé en mi fuero interno. Tampoco tenía muchos amigos, a causa que solo fue dos años a la secundaria, gracias a su capricho de no querer concurrir más. Le aburría, según él.
-Soy Victor Kijfpol -dijo otro a pocas sillas de Roitta, entre un hombre alto y larguirucho y una chica que temblaba. No pude escribir su apellido en mi mente, ni imaginarlo escrito en un papel. ¿Acaso aquel apellido existía?
Pero a Victor lo escuché, y su corta vida de 17 años había sido bastante trágica: abandonos, trastornos, asesinatos y, cuando me había perdido en el espacio y tiempo sin ninguna razón aparente, con la mirada fija en el reloj, pude escuchar la palabra fantasma si no me equivoco.
A medida que la gente hablaba, apagaba sus cigarrillos y pude ver que no volvían a prender otros. Cuando me di cuenta, nadie tenía nada en las manos, aunque la nube espesa todavía reinaba en la habitación. Desapercía a medida que la aguja que marcaba los segundos se movía.
¿Por qué todos estaban en silencio?...
...¿Por qué todos estaban observándome?
Me di cuenta que era mi turno de hablar, y que todos habían terminado ya en la sala. Que trágicas que eran sus vidas, comparadas con la estupidez de mi motivo. Aquello parecía una competencia de cual era la vida mas trágica y triste, y yo ya tenía una ganadora: Tania, aquella adolescente de 19 años a la que le habían pasado de todo, desde traición y mentira, hasta golpes y maltratos.
Estaba en lo cierto, y me sonrojé. Aire puro, vete, pensé, deje que la neblina me mate. Visualicé la vida como una gran manzana roja. La mía apenas estaba machucada en un punto cerca del vástago, mientras que las manzanas de ellos estaban totalmente podridas, incomibles, diría. Era ridículo.
Pero no podía empezar a hablar, sería estúpido. Fui un estupido al hacerme la pelicula. Esos tantos que había habían sufrido de verdad, habían probado lo más feo de la vida, la parte más podrida de su manzana. Habían vivido cosas que nunca las viví y que espero y le ruego a Dios que nunca las vaya a protagonizar. Ni la cosa mas vil que me había pasado se comparaba con lo de los demás. Sería un insulto para ellos que yo hablara, por eso es que simplemente no era que no podía, no debía. Ese grupo era para gente que sufrió en serio, y no como gente sin cerebro que no piensa y que actúa con impulsos, como yo. Tendría que existir un grupo para gente enfermiza, gente que piensa que todo le va mal cuando es al contrario, gente negativa, gente cuyo cable a tierra hizo de un día a otro un pequeño cortocircuito. Como yo. Nube, arráncame la cabeza, pensé, decapítame. Por un momento, quise contener la respiración tanto al punto que me caiga de la silla y quede inconsiente, o lamer cada cenicero hasta que mi estómago explote, o llamar al tal Héctor, ese que había perseguido a Tania durante mucho tiempo. Todo, menos hablar.
Agradecí que mi vida sea como es e imploré que siga así.
Los ojos hondos y profundos de los maníacos me seguían viendo con impaciencia. Sentí como se llenó mi cabeza de sagre y como mis pómulos se ponían rojos (cosa que pasa a menudo).
Tierra, trágame, musité.

2 comentarios:

  1. pense que necesitabas una cuenta ajaja, sos un grande pedro! te sigo a todas partes ououo.
    matias rodriguez neuquen 8300

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  2. me encantó. y es obvio que lo hiciste pensnado en mi al principio o porque te acordaste de havanna

    flori

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