domingo, 5 de septiembre de 2010

Crear a tu enemigo.


Las hojas secas eran el centro de atención ese día soleado, ese día que ninguna nube cobarde se animó a salir. Cobijado por las hojas marchitas, estaba un cuerpo débil, sumiso por excelencia y egoísta por definición. Pero era tan débil, sin ninguna cualidad: no tenía escamas para protegerse, ni alas para escapar, ni habilidad de irse por la tierra, ni la fiereza que tiene uno. Nada. Era sólo un humano.
El humano bebé atraía la atención de todos los animales de la selva, que pasaban y, atónitos, se detenían y se quedaban mirando al pobre bebé, al frágil, al endeble. El niño miraba para todos lados, pero no observaba, sólo fijaba la vista, corría su cabeza y la fijación cambiaba. ¿Veía? ¿Tenía aquella habilidad?
-¡Silencio!-gritó el león, el rey de la selva, el alcalde de los árboles y de la tierra. Las bocas animales callaron, y dieron lugar a una mas grave y que se hacía respetar. -No se como habrá aparecido este tipo de especie en la selva, nunca la había visto. Parece muy... vulnerable. Por eso, le concederé lo más importante para sobrevivir en esta selva impune: La fuerza. Sí, pequeño animalcito, te concederé mi fuerza, mi velocidad, mi actitud frente a la presa, el amor a la familia. Te concederé mi astucia, mis estrategias satisfactorias. Tu no me puedes dar nada, ¡Mira lo que eres!, nada, te podría agarrar con una sola garra, te mataría, lo haría. Es una muestra de mi gratitud.
Los demás animales se miraban unos a otros, creían saber lo que estaba pasando. El león enmudeció. Miró para todos lados con aspiración y anhelo, y fue ahí donde el resto se dio cuenta de lo que tenía que hacer. Una voz alta, lejana, finita como los cantos de los colibríes en las cumbres, pero sabia como la del león, se hizo escuchar.
-Te concederé mi altura, para que seas el más alto de tu rara especie, para que alcances objetos altos y para que te puedas defender de otra forma.
La voz de la jirafa fue reemplazada a pocos segundos por el ulular de un búho.
-Te daré mi vista, mi vista nocturna para que veas perfectamente de noche, para que a largas distancias puedas diferenciar las cosas. Es algo muy útil.
La boa de diez metros, también habló, creando unos escalofríos en los animales pequeños.
-Te concederé algo que todos pasan por alto, el camuflaje, es importante mezclarte con el entorno, con lo que nos rodea, y sobre todo tú, pequeño apetito.
Y así, la mayoría de los animales hablaron, dieron algo de sí, excepto los tímidos, los que eran más débiles que él. Pero luego se escuchó algo que agudizo aún más los oídos de los animales. Un aleteo de alas enormes movía la melena del león, que miraba al cielo esperando algún animal más que entregara algo.
Era el águila, un animal solitario, sabio, muy sabio, veloz, rapaz... peligroso. Una amenaza para la mayoría de los animales. Se posó en una rama lejana, cerca de la cabeza de la jirafa, en la copa más alta de los árboles.
-Han cometido un error tan grande -dijo entre dientes, con una sonrisa más que burlona, escalofriante.
-Una nueva especie -se defendió el zorro.
-¡Pero calla! -gritó el águila, furiosa. -Tendrían que haberlo pensado más de dos veces antes de hacer lo que hicieron. Le dieron sus atributos a alguien que los usará en su contra. Tú, león errante, le has dado fuerza y astucia para que se defienda. Pero yo sé que la usará para cazarte, o para cazar a cualquiera de estos animales. Tú, jirafa ignorante, le diste altura también para protegerse, pero lo único que hará será arrancar las copas de los árboles. Esa criatura sólo hará estragos aquí, dejará la selva en ruinas, se los aseguro, no se en qué han pensado.
-¿Por qué no te marchas, aguilucho? -sugirió el león -Es una nueva especie, hay que darle la bienvenida, y si ese cuerpo débil penetraba la selva, no hubiera durado nada, lo que dura un silbido entre las montañas, sólo unos segundos. Ahora vete, si no es que no quieres concederle nada.
-¡Nunca! No le entregaría nada a alguien que luego me destruirá. Me iré, no te preocupes, pero antes, león torpe, te haré una pregunta... ¿De qué sirve darle la bienvenida a alguien que, en definitiva, te cazará?
El león abrió los ojos como canicas, y no dijo nada. No dijo nada, sólo vio al águila marcharse.

-¿Qué le has dicho? -profirió el cuervo, volando junto al águila.
-Que habían creado a su propio enemigo, que habían creado al que amenazará nuestras vidas. Todo va a cambiar en unos años, ¿sabes?, la especie nueva crecerá y se aprovechará de nosotros. Se reirá en nuestras caras por haberle concedido tales poderes.
-¿Quién lo hubiera pensado, no? Nosotros somos animales y, de alguna manera, nos cuidamos entre sí, somos parte de la naturaleza. Yo sabía que algún día se iba a crear una especie animal que nos mate. Pensar que esa especie matará todo su origen. Vino de la naturaleza, al igual que nosotros, y la matará de a poco. Resulta paradójico.
-Lo es.