miércoles, 1 de diciembre de 2010

Una historia de luces.


Ella me dijo que el tiempo haría lo suyo con migo, que rellenaría los vacíos que quién sabe si algún día se irían a llenar. No le creí. No sé. No estaba convencido, mi interior estaba lleno de una mezcla de enojo y a la vez ternura. Pero no profundicé mucho en el tema, tenía otras cosas por las que pensar.
-Esta bien -le dije-se que vos también vas a encontrar algo.
Su mirada taciturna me dejó intranquilo.

Estaba realmente mareado. Mi luz naciente de mi pecho, mi pequeña pero poderosa luz blanca cegadora seguía prendida desde que tenía memoria. ¿Verán las otras personas sus propias luces? Espero que sí, porque eran tan curiosas... Había anaranjadas, multicolores, algunas titilaban, otras simplemente eran tenues pero con colores nítidos. Una gran variedad, pero ninguna simplemente blanca. Ninguna, todas con algo, de otro color.
Eso buscaba: una luz igual, pero igualita a la mía. Pertinente, misteriosa, simple. Eso tenía que ser la luz que estaba buscando. Pero esa luz no aparecía en ningún lugar, entonces empecé a pensar que, por qué no, la luz gemela a la mía había muerto, o desaparecido, o nunca había sido creada.
-No -me dijo ella con ojos que aunque eran confusos, me expresaron una seguridad incomparable -vas a encontrar tu luz, fuera de aquí.
Eso que ella me dijo fue lo que necesité para sacar los pasajes e irme. No, perdón. Irnos.

-Un pasaje al primer destino que tenga, en los primeros dos asientos que tenga, por favor -le dije a la vendedora qué, sorprendida, empezó a husmear en su computadora.
-El próximo colectivo partirá en media hora a...
-Deme dos.

Tendido en la cama del hotel, me puse a pensar con seriedad: las luces violetas se juntan con las luces violetas, las negras con otras negras, y así, todas con a la par de algo, todas con compañía. Pero, ¿ Y los que estas solos, los que no tienen otra luz igual, o la que no la encuentran, como yo? ¿Qué pasa con los que dudan de la existencia de su luz idéntica, como yo?
La piel de gallina me despabiló. Me dí vuelta una y otra vez de mi cama, como si aquello me trajera las respuestas de mis infinitas preguntas. Me pregunté, una vez mas, si este problema mío le pasa a muchas otras personas, o si sólo era un conflicto neurótico mío, de esos que siempre tuve a menudo. Odiaba ver a los pares de luces caminando, a esas personas de la mano con su luz naciente de su pecho, de todos colores menos blanca, obvio. ¿Y si me enamoro de una luz gris, por ejemplo? Pero que idiota, eso era. Voy a convertir una luz de otro color en blanca, la enamoraría, la mezclaría con mi luz, o, si era necesario, yo mismo me convertiría en otro color. Tal vez todas las luces de colores vívidos antes fueron colores apagados y tenues, quién sabe.
Con una sonrisa escondida en mi mirada, me levanté de la cama dispuesto a buscar esa luz. No digo el color de la luz porque realmente ya no me importa.
No hace falta que sea mi luz gemela, si no que me complemente, que haga sentir lo mejor de mi luz. Quién sabe en qué me convertiré.

Cuando mi mano izquierda estaba posada sobre la puerta de la sala, algo golpeó mi pupila, como si ondas ópticas hubieran martillado mis ojos. Por debajo de la puerta de la habitación de ella, se veía una luz. Una luz blanca.
Era muy curioso. Nunca había pensado en su luz ,en su esencia, no recordaba si realmente había tenido una antes, nunca la había visto de un modo así, y eso me sorprendió. No recordaba si era porque no prestaba atención, o porque si no quería. O porque si no podía. No importaba. Caminé desde la entrada hasta su habitación y apoyé la mano sobre su puerta. Mi plan había funcionado, ahora el tiempo haría lo suyo, como me había dicho ella antes de partir...

...y pensar que me fui hasta quién sabe donde para encontrar a algo que tenía tan cerca.