domingo, 3 de enero de 2010

Prefiero sanar que nunca haber sanado


Entonces en aquel momento el enano casi calvo me estaba conduciendo por un camino oscuro, aunque a lo lejos, muy a lo lejos, podía ver luces rojas y amarillentas ( supuse que estaban más allá del bosque que estaba a nuestro alrededor).
- ¿Donde vamos? -le pregunté al enano. Podría haber corrido hasta que las piernas estallen; pero que más daba. Tenía intriga, y mucha. Espero que vayamos a aquellas luces que me intrigan tanto.
Llegamos a un portón grande. No sabía ni de donde empezaba. No tuve tiempo para pensar, ya que se empezó a abrir mecánicamente, haciendo un ruido sordo. Entonces el enano me mira con certeza, con esperanza en su mirada robusta y chiquita. Di unos cuantos pasos, los suficientes para atravezar aquel portón negro de hierro. Y me sorprendí.
En realidad aquel portón no llevaba a un lugar fijo. El sendero se terminaba ahí, ya que los árboles y el espeso bosque en sí nos molestaba el paso.
Pero no por eso me sorprendí. A la entrada, vi una pila de corazones negros... algunos apenas palpitaban y algunos estaban más de un color bordó que negro.
- ¿Qué son esas cosas? -pregunté, señalando la pila de aquellos que parecían verdaderamente corazones. El enano no me contestó. Había un cartel todo reñido que contestó mi pregunta: Corazones muertos, corazones quemados y corazones con heridas que no sanan fácilmente. Supuse que los pocos corazones que palpitaban eran los heridos, los que no estan muertos.
Pero tambíen me llamó la atención la pila de otros corazones. Estos largaban un olor horrible; casi insoportable. Estos palpitaban como locos. Palpitaban como quien quiere la cosa. Palpitaban... se movían. No iba a preguntarle al enano, no me iba a contestar y su voz me empezó a intrigar. Había otro cartel, igual de reñido que el otro: Corazones vivos, corazones enamorados, corazones con vida y corazones que son dignos de ser corazones. Tendría que habermelo imaginado.
Había un tercer grupo de corazones, que fueron los que mas me llamaron la atención. Estos no estaban negros, estaban mas rojos que nunca. Pero no se movían. En más; estaba casi seguro que si los agarraba y los estrellaba contra uno de esos árboles, solamente saldría aire... Estaban totalmente huecos. Corazones vivos pero sin un fin, corazones vacíos, corazones que no sienten y corazones que probablemente nunca sentirán.
El enano seguía allí, observándome. Estaba muy cerca de el, y me di cuenta que solo me llegaba a la cintura. Podía ser muy chiquito, muy débil, pero no supuse nada. Capás que su voz era ronca y varonil. Nunca escuché su voz.

Prefiero tener un corazón muerto que un corazón completamente vacío. Prefiero tener una herida a la cual tenga que sanar a nunca tener una herida. No quiero tener aire en vez de corazón. No quiero sentir un hueco. Aquel enano si que era un genio.

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