
Muy vulgar decir: a ti te escogí, a ti te abro la puerta, te deje pasar y la cerré cuando entraste a mi vida, para siempre. Lo cierto es, desafortunadamente, que no acostumbro a abrir mi corazón, aquel aparato lleno de sentimientos, aquellos que solo Dios sabe como se usan, como controlarlos, como evadirlos. Y no lo abro porque no quiero, si no porque no se como se hace, ni como se siente ni como se cierra aquella puerta.
Te abriré las puertas de mi mente, si de algo te sirve, si le das la importancia necesaria para pasar a un laberinto sin salida, a un bosque denso, con animales exóticos y plantas inexistentes, a mi propio mar muerto, sin vida. Sí, aquel era mi cerebro. Pasá.
-Es verdad, tu mente es un laberinto -me dijo la primer persona. Tenía toda la razón del mundo, de eso no había duda. Un laberinto, con trampas que él mismo ingeniaba, y en las que yo caía siempre, sin aprender nunca en qué lugar preciso estaban. Un laberinto donde no conozco pasadizo alguno, donde quién sabe donde esta la salida; las puertas salvadoras no existían, estaría en aquella pesadilla para siempre, en un lugar donde no encontraría nada, cegado por la oscuridad de noche. El laberinto más difícil en el que he estado, y en el que tuve dieciséis años para poder salir de él, y encontrar la salida, victorioso. Hoy en día, sigo buscando aquella salida. Quizás no exista, quizás todo aquello no exista, quizás era todo producto de mi imaginación, también cegada por aquella tortura. Sea lo que fuese, me carcome la cabeza, día a día. Sorprendida, la segunda persona me miró con ojos abiertos como platos, ¿Acaso por el desconcierto? ¿Acaso por la confusión?
-Sin palabras... El bosque más raro que he visto en mi vida.
¿Bosque? ¿Raro?
Era curioso pensar que aquellos factores, tanto el estúpido laberinto como el maldito bosque me identifiquen tanto. El bosque no representaba ni más ni menos la sorpresa, algo que no es ni positivo ni negativo, si no, digamos, neutro. En aquel bosque ni yo, creador de todo aquello imaginario, sabía lo que me encontraría. A simple vista, era verde, con árboles con copas bien altas, rascando el cielo raso y desparramando las nubes violetas. Al internarte en él, podías ver aves coloridas, que representaban alegría y felicidad, pantanos por doquier, representando tristeza, y arena, en abundancia, que, sin dudas, representaba confusión, algo que caracteriza el bosque. La arena, algo tan simple en la playa se convierte tan abstracto. ¿Para que sirve? A mucha gente le gusta, a otra no, la arena es algo que esta ahí, esperando para meterse entre nuestros pies, sin un fin afable.
Por las noches, en mi exótico bosque, llovía arena, y ahogaba las aves coloridas, las copas de los árboles, el bosque en sí, sofocando los lagos anaranjados, que representaban la valentía, y los cuervos negros, que representaban miedo. Arena, no te quiero en mi vida, extínguete, pensé. Pero era inútil, era algo que nació, creció y se desarrolló con migo, para quedarse allí para siempre.
Esperaba que la tercera persona me diga que había visto un mar negro, lleno de curiosidad, pero no. Vio un cielo, con el sol poniente. Me sorprendí, nunca antes lo había visto, y no pude interpretar ni captar de qué se trataba aquel sol, cuál era su señal, su objetivo oculto, su cógido no descifrado
-¿Esperanza? -me dijo la tercer persona, poblando su frente de arrugas, alzando los ojos y mirándome, como si yo pudiera contestarle. Supuse que era esperanza, la luz que combatía los males, algo que luchaba contra las más grandes tormentas de arena, intentando salir del laberinto e intentando nadar en el mar negro.
Perdoná que te lo diga, pero un escrito tan lindo como el que hiciste se arruina un toque si tiene alguna falta de ortografía :/ . Fijate el con migo, o el "primer" y el error de tipeo cógido=código. Igual, escribís hermoso :P te felicito
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