viernes, 2 de abril de 2010

Los cuervos rojos


Cuando me desperté, cuando pude despegar párpado con párpado y vi una luz al final del túnel del cielo, me di cuenta que no sabía donde estaba. Traté de tantear mí alrededor con mis manos temblorosas, sin levantar la mirada. Pude distinguir hojas rasposas, frías como las gotas de un río, grandes como las masas de hielo. Me senté, y realicé que estaba en el medio de un bosque, algo exótico por lo visto, y desconocido a simple vista. Los árboles estaban doblados, con hojas coloradas; la tierra era blanca como la leche, con sus escarabajos voladores de color dorado caminando y volando por ahí, por encima de mí; el cielo era lívido, indefinido, color violeta, diría, acompañado de lunas, algunas mas blancas que otras, con formas confusas.
Logré, luego de tantos intentos fallidos, desparramar las hojas y poder pararme. Me enterré en la arena, como si fuera fango. Mirando para todos lados, caminé por el sendero del bosque, desconfiado, sin saber que esperar, mirando derecha-izquierda a cada paso. Había mariposas por doquier, con alas enormes y de todos colores; éstas, bailoteaban con las luciérnagas, hermosas por naturaleza, aquella naturaleza tan extraña. Aquel lugar era uno muy hermoso; pero raro para mi, no podía acostumbrame, y tampoco debía.

Caminé y caminé, surqué y me metí entre los árboles, zigzagueándolos. Cuando el bosque quedó atrás, y la tierra, suave como la harina, desapareció, me encontré con una playa. La arena, color esmeralda, era como cemento, dura, y el agua, tibia, era amarilla, y se mezclaba con las grandes olas que a rato azotaban las piedras de las costas. Al lado de una gran roca con forma de medialuna, vi a alguien. Era una mujer, con pelos lacios negros hasta las rodillas.
Corrí hacia ella, con ansias de tener alguna explicación, lógica o no, de donde se encontraba, con codicia por ver a alguna persona que me diga por qué el cielo era violeta, por qué el agua amarillenta... y demás.
-Hola, disculpe -la saludé amablemente, tocándole el hombro -¿Sabe donde estamos?
Ella abrió los ojos como monedas, como si nunca hubiera visto un humano, alguien semejante a ella. Miró para el mar, luego al cielo, y luego abajo. Luego me miró a mi: uno de sus ojos era celeste, como el cielo que yo conocía, y otro, blanco, sin una pigmentación definida, y sus pupilas eran casi un punto naranja en el medio del gran iris.
-
¡La tierra es perfectamente redonda! -me gritó, levantando el brazo derecho; y retrocedí algunos pasos, más que por el susto, por la sorpresa. Me di cuenta que no era una persona racional, tal vez no era la indicada para preguntarle ese tipo de cosas, quién sabe por qué; pero estaba perdido, y en más, no sabía si había otro humano: era mi última esperanza, y la única.
Le pregunté si sabía el nombre de aquel lugar fantasmagórico para mi.
-Mentlyes. -me respondió, con una voz aguda como el cantar de los cantares, como el más soprano de un coro, como el grito de los cuervos rojos.
No pude imaginarme aquel pueblo en algún parte del mapa, y descarté la posibilidad de que aquel lugar existiera. Algo estaba pasando, eso era evidente, pero el gran problema era qué era exactamente.
Odiaba no saber donde estaba. El sentimiento de confusión y de estar perdido son los peores; no saber donde ir, ni saber qué hora es, ni saber, en más, si había alguna persona, era frustrante. Aquella mujer no me ayudo en nada, todo lo contrario, me confundió aún más, revolvió aún más los pensamientos entrecruzados.
¿Por qué tenía ojos de distinto color? ¿Y porqué tenía aquellos colores tan extraños?,pensé.
-Nací así -me dijo, cerrando los ojos, negando con la cabeza, amarrándose su pelo...
...Y me sorprendí, claro, ¿Acaso leía mi mente? ¿Acaso era vidente? ¿Acaso las facciones de mi cara delataron mi pregunta? ¿Acaso lo había imaginado...?

Un click se produjo en mi mente.¡Es que eso era!
Aquellas nubes planas, aquellos escarabajos exóticos, aquel bosque infernal, no era ni más ni menos que producto de mi mente, de mi imaginación, claro, sí, una quimera, una utopía, algo irreal, algo ilusorio, vano. No había nada de que preocuparse en absoluto, o al menos eso suponía. Era raro pensar que la jugarreta de mi mente le había salido mal, y pensar que yo podía controlar mi imaginación, era algo fascinante, algo que nunca había experimentado. Aquella era mi primera vez.

Fue cuando estaba mirando el mar infinito, cuando me di cuenta que la palabra
Mentlyes, el nombre de aquel lugar, provenía de la palabra Mente, y que cuando ella dijo que la tierra era una esféra, se refería, ni más ni menos, que al cerebro mismo. Era indudable, y algo estúpido también, ya que por tán lógico que sea, no pude descifrarlo la primera vez
-No hay nada de que preocuparse -le dije a la muchacha, con un desdén, poblando mi frente de arrugas.
Ella sonrió. Sabía a lo que me refería.

1 comentario:

  1. Viste cuando te vas al carajo de imaginación? y viste cuando no entiendo de donde sacas tanto vocabulario? bueno eso me paso
    me encantó
    me fascinó
    me emocionó
    me motivó

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